La vida en el palacio [Cap. 34]

La separación.
He dado indicaciones especiales al conductor de la camioneta a que nos lleve al centro comercial del cual Sebastián es dueño. Esta era la segunda vez que entraba, y curiosamente, otra vez, con él. Entramos a una tienda de dulces, y compramos montones de chocolates, pues era nuestro dulce favorito. Nos sentamos en uno de los bancos que estaban en la tienda, uno al lado del otro, sin mirarnos.
-En esto es en lo único que nos parecemos, ¿No lo crees?-Dijo Sebastián repentinamente mirándome.
-¿En qué? -Pregunté, todavía saboreando el rico sabor del chocolate.
-En que los dos amamos el chocolate-Dijo, pero cuando volteé a mirarlo, él ya no miraba en mi dirección. Yo traté de fijar mi vista, en lo mismo que él miraba, pero no pude.
-Cuéntame algo de ti-Dije, mirando la el bote de reciclaje verde grande, que decía "cuida tu ambiente". Me percaté de que había volteado su mirada hasta mi cara, pero no hice mucho caso, y no le miré, supuse que así se le haría más fácil expresarse. Y otra vez, desvió su mirada, mirando hacia el frente.
-Nunca-Hizo una pausa-nunca he vivido con mis padres, siempre han estado viajando de un lado para el otro, siempre ha estado una nana cuidándome, es más, ni siquiera una, sino, más de las que te imaginas, siempre he ocupado la recámara principal de "mi casa"-Hizo señas de comillas con las manos- porque ellos nunca aparecen por allí, solo envían una secretaria que me de regalos, que me atienda, mi papá engaña a mi mamá, esto fue descubierto hace unos cuantos años por mi mamá, y desde ese entonces, ha tratado de suicidarse dos veces, ahora va con mi padre a todos lados, pero hace unas semanas volvió a intentarlo porque tuvieron una discusión, y está muy grabe, en Suiza, cuando despertó estuvo hablando con un psicólogo y le dijo que le haría bien la compañía de alguien importante para ella, y-Hizo otra pausa y bajó un poco la velocidad con la que salían sus palabras de su boca- pensó en mi padre, en sus amigas, en cantantes, hasta en su perro, pero en mí no pensó, no pronunció ni una sola vez mi nombre. Ahora, mi madre se vendrá a vivir a este país, y pidió que me fuera yo, que yo me retirar de ella, -Su voz se quebró- no tan solo no me quiere, si no, que me odia.
No pude resistir escucharlo hablar más, y le abracé, y él dejó de hablar, sus palabras hicieron salir de mis ojos unas cuantas lágrimas, pero él, no había llorado ni un poco. Aunque su tristeza se notaba a kilómetros de distancia. Pero para mi sorpresa, continuó.
-Mi padre dijo que me podía ir a Inglaterra, y realmente no me quería ir de este lugar, pero, luego, me informaron que tú te irías a E.U entonces no quedarían razones para seguir en este lugar. Porque ¿Sabes?-Sonrió, pero su sonrisa se desvaneció en un segundo-a pesar de todas las chicas que están detrás de mi, nunca he tenido una novia, al menos no una con la que me sienta comprometido a cuidarla, defenderla, e incluso me han dado celos algunas veces cuando estás cerca de tus amigos, cuando no pasas el receso del colegio completo a mi lado, me dan ansias para que llegues a hablar con nosotros. Me has dado motivos para sonreír, para pensar en mi futuro, pero se que no será igual, o tal vez, como me he acostumbrado a ti, me acostumbre a otra persona.-Miré su cara, pero tenía una sonrisa irónica en su rostro.
-Te he dicho que no sonrías de esa forma. ¿No es así?-Le dije mirándole. Su sonrisa no se borró y continuó hablando.
-Tal vez nos volvamos a ver en algún momento de nuestras vidas. ¿No lo crees?. Hoy, es cuando nuestras vidas se separan, pero, por este sentimiento tan confuso, loco, y de alguna forma maravilloso, hagamos una promesa-Dijo mirándome.
-Claro-Dije algo perpleja.
-No creas que soy tan poco detallista que no me doy cuenta que solo dos veces hemos venido juntos a este lugar, y conociendo los lugares que acostumbras visitar este no es uno. Y esta es la segunda vez que vienes para acá, y siempre, vienes conmigo.-Dijo mirándome.
-Tienes razón.
-Entonces, mientras yo piense en ti no entraré sin tu compañía a este centro comercial, igual tu, si piensas en mi, no entres a este lugar.
Yo accedí, y recorrimos tomados de la mano por todo el gigantesco Centro comercia, comimos helado, me regaló un globo, y cuando pasamos por una joyería me compró un brazalete, era de plata, tenía un dije, era un punto, me dijo que era un lucero, que era solo para mí, y yo le compré uno parecido, pero era para la versión masculina.
-¿Estamos terminando?-Pregunté de repente, mientras caminábamos por de vuelta a la camioneta aún tomados de la mano.
-No-Dijo y no pronunció ni una palabra más.
Subimos, y cuando me di cuenta, ya estaba en mi casa. Era fácil llegar a aquel lugar.
De inmediato al llegar, la secretaria de mi "papá" me dijo que hoy tendría que hablar con él, para informarle sobre mi respuesta a ser modelo. Y me comunicó con él a través de un programa por la computadora..

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