La vida en el palacio [Cap. 1]

Hola a todos, bueno, estoy escribiendo esta historia, como víctima de mi aburrimiento.

Escritora: Anabel Dayana (Andagobra)
Fecha: 16/jun/10

En recuperación

Yo, en menos de un minuto recuerdo todo lo que me ha pasado, vivía en un penthouse hermoso, con mis padres y mi hermano mayor. Era la hora de la comida, yo estaba de compras con una amiga, y nos detuvimos a comer, en ese momento, mi hermano Daniel me llamó por teléfono, contándome que mi mamá estaba en casa con unas amigas y que quería verme, me advirtió que mi papá, mi confidente, mi defensor, no se encontraba en casa, estaba trabajando. Al instante siguiente de terminar de hablar con él, todo, comenzó a moverse, me caí sobre mi amiga Samantha, quien me acompañaba, luego, intenté levantarme, pero todo se movía, todo caía sobre nosotras, nada estaba en su sitio, cuando, de pronto, la vidriera de la tienda que estaba a nuestro lado se derrumbó haciendo salpicar trozos de vidrio por todas partes, me asusté, solo escuchaba gritos; de pronto, tomé de la mano a Samantha y traté de salir de aquél inexplicable derrumbe. Pero, todo pasó muy rápido, algo, muy fuerte golpeó mi cabeza, y no supe nada más sobre mí, tampoco sobre mi amiga, pero un abrumador escalofrío pasó por mi espalda al pensar en mi familia, mi hermano, mi mamá y mi papá.

Aún no he abierto los ojos, me da miedo no encontrar a mis padres, no encontrar a nadie. Pero, llena de valor, como solía estar abrí con mucho cuidado el ojo derecho, para luego, y de inmediato cerrarlo, no había visto mucho, solo un techo blanco, no más, no había visto, nada más, ni quería verlo, porque, no era mi casa, estaba segura; mi recamara tenía el techo color blanco, con cuadritos rosa, por esa razón supe que no era mi casa. Me dormí -No estoy segura si me dormí o estaba pensando con los ojos cerrados- pensé en todo, una y otra vez, pensé que era un derrumbe del edificio, que tal vez mis padres estarían bien, por esa razón, abrí los ojos sin cuidado alguno, rápidamente, volví a ver el espantoso techo blanco, pero esta vez, miré hacia los lados, era, sin duda un hospital, y lo confirmé cuando vi mi brazo, que estaba conectado a una aguja, y esta conducía a una botella, llena de líquido transparente, era, un hospital o una clínica, porque eso era un suero.

En segundos, llegaron unos señores vestidos con una bata blanca, eran dos, el que pisó la pequeña habitación de primero, un sujeto alto, cabello castaño, piel pálida, unos 36 años, y el que le seguía uno un poco más bajo, de piel oscura, sin ningún cabello en la cabeza y un poco gordo y aparentaba unos 40 años. Llegaron a mí un par de segundos. El primero en hablar fue el más adulto.

-Hola señorita, me presentaré-Habló como jamás esperé que hablara, una voz un poco aguda y con una gran sonrisa en la boca- soy Carlos, el médico que te atiende.
No podía hablar, no quería hablar, solo lo miraba con atención, estudiando su rostro, un rostro más gentil desde cerca, ojos color marrón, nariz algo ancha, pero no mucho, era atractivo, pero muy mayor.
-Te haré unos estudios para ver como está tu cuerpo -Volvió a sonreír- para ver como está tu cuerpo. ¿Vale?
Sin decir nada, solo cerré los ojos y los abrí lentamente, como señal de aprobación.
-Vale- dijo el más joven, con una sonrisa menos tierna en su rostro.
Comenzaron y terminaron rápido.
Ellos, ya se habían ido, cuando llegó una señorita, unos 25 años, era una enfermera, por su vestimenta.
-¿Cual es tu nombre, cariño? -Parecía que en ese lugar todos eran sonrientes, y felices, pero yo no comprendía aún nada, estaba confundida-
No quería decir nada, pero de pronto, llegó a mi, el recuerdo de mi padre, de mi madre, de mi hermano, de mi amiga, de mis amigos, y contesté con una pregunta. La histeria se apoderaba de mí
-¿Donde estoy?-Estaba hablando muy alto cosa que raramente hacía-
-Estás en una clínica, una de las mejores, eres una sobreviviente de un terremoto.
¿Un terremoto? ¿Donde están mis padres? ¿Como está mi familia? ¿Cuanto tiempo llevo aquí? quería gritar, y hacer estas preguntas en voz alta, pero cuando lo intenté, nada salió de mi boca. La enfermera, comenzó a tranquilizarme, poco a poco, pasando sus manos por mi cabello.
-¿Ya estás mejor?-Preguntó- ¿Quieres un tranquilizante?-Su voz era más tranquila.
-¿Donde están mis padres?
La enfermera me miró con esos ojos grises hermosos que tenía y dijo:
-No lo sabemos, porque no sabemos tu nombre, no contabas con una identificación. -Y preguntó nuevamente- ¿Cual es tu nombre?
No lo había pensado, pero comencé a sentir un dolor de cabeza muy profundo cuando intenté recordar mi nombre. Pero, era lo más sencillo de recordar y en menos de cinco segundos dije:
-Tiffany Pirlo Moreira.
-Gracias, ¿Sabes tu edad?
Solo me costó un poco:
-Acabo de cumplir 16 años
-¿Como se llaman tus padres?
-Mi mamá Marianna Camila de Pirlo Moreira y mi padre Abele Bendetto Pirlo Silva, por favor, hagan todo lo posible por encontrar a Daniel Abele Pirlo Moreira y a Samantha Valentina Bracamonte -No recordé su otro apellido-
-Haremos lo que esté en nuestras manos -Dijo mientras anotaba en una hoja blanca, y con una sonrisa se despidió Y salió de la habitación-

Durante todo el día, comenzaron a entrar y salir doctores y enfermeras. Cada quién me revisaba y con todos hablaba.
El día siguiente, cuando desperté vi en el reloj que se encontraba justo en frente de mi cama, marcaba las 10:26 am no quería pensar en mis padres, no quería enterarme de su muerte ni de mis amigos, ni de mi hermano.
Hasta que entró la misma enfermera de el día anterior.
-Lo sentimos-Justo lo que no quería escuchar- Pero, no hemos podido encontrar a tus padres, pero la señorita Samantha quien se encontraba con usted, según mi información, se encontraba sin vida en el momento de encontrar su cuerpo.
La tristeza era el único sentimiento que me acompañaba no había otra cosa más. Solo tristeza, sin darme cuenta estaba llorando. Y después de unos minutos comenzó de nuevo a invadir mi cuerpo y mi mente la histeria. Llorando y gritando -Algo que parecía ya muy normal- me percaté de que la enfermera estaba inyectando algo a mi suero, no lo pensé dos veces, porque sabía que era un tranquilizante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario