La vida en el palacio [Cap. 8] parte 2

Protocolo (parte 2)
Me volví a mirar en el espejo, ahora era totalmente distinta, me gustaba lo que veía. Y pensé en que a mi madre le gustaría verme, siempre le había gustado verme maquillada, pues generalmente no lo hacía, solo para ir a fiestas. De nuevo mi mente, estaba llena de recuerdos tristes. La muerte de mi familia, y la mayoría de mis amigos. Tocaron mi puerta, yo abrí, era Daniela, siempre con una sonrisa muy dulce. Igual que ayer, salí, muchos reporteros haciendo preguntas y tomando fotografías. Cuando llegamos, el presidente, tomó a la primera dama de la mano, y luego, ella me tomó a mi. Caminamos por un camino corto, y ambos tomaron una tijera, luego, cortaron la cinta. Al final de esto, hicieron una conferencia de prensa, pero yo aún no había desayunado. Así que me comencé a sentir mal, eran aproximadamente las diez y media.
-Necesito comer-Le dije a Daniela, quien estaba cerca de mí
-Espera a que tu papá termine de hablar e irás a comer con tus padres a un restaurante-Dijo sonriendo.
-¿Cuanto puede tardar?-Pregunté casi desesperada
-Falta poco, ¿Eres capaz de esperar media hora?-Dijo dudosa Daniela
-Bueno...-Dije esperando que el tiempo pasara rápido.
Por fin, pasó el tiempo necesario, todos n0s despedimos.
Y llegamos a un restaurante muy elegante, se llamaba "
The delicacy"
Nos sentamos, tan solo nos encontrábamos en aquella mesa, el presidente, la primera dama y yo. Daniela me había dicho que no podía pedir yo, mi padre decidiría por los tres, y que tendríamos de visita al presidente y su familia de un país cercano, por esa razón teníamos que esperar su llegada, y no deberíamos comer antes. Me advirtió que debía controlar mi hambre, y comer despacio. Ya me sabía todas las reglas del protocolo, mis padres me enviaron hace muchos años a un campamento de señoritas, y sabía todo lo necesario, como se debe comer, sentar, que se come primero, y después, y todas esas cosas que te hacen pasar hambre, por verte bien.
Ambos, el presidente y la primera dama se levantaron, volteé, y estaban llegando un señor vestido de militar, con una señora, más o menos de su misma edad, atrás un chico como de dieciséis o diecisiete años, y tenía en brazos a una niña de dos o tres años; él vestía un pantalón de vestir azul, con una camisa blanca manga largas, además tenía un chaleco azul como el pantalón, y la niña tenía un vestido blanco, con medias rosadas, y hermosas zapatillas blancas. Tenía el cabello color castaño oscuro, lo tenía corto, hasta la barbilla, era realmente liso.
Yo, torpemente me levanté de la silla, y en cuanto todos tomaron asiento, todos nos sentamos.
El chico se había sentado justo en frente de mí, ahora, podía verle mejor, tenía los ojos grises, su cabello era largo, tenía un corte moderno, color castaño oscuro, sus cejas no eran demasiado pobladas, pestañas largas, tono de piel blanco, había notado que era alto, y musculoso. Colocó a la niña en una mesa especial para bebés que estaba a un lado de la primera dama del otro país, a un lado de ella se encontraba su esposo. Y comenzó "mi familia" le seguía mi mamá, con ese vestido tan elegante, era su estilo, Luego estaba yo, y después mi papá.
Llegaron los platos, pero mi mente estaba ocupada pensando en los momentos felices con mis amigos, con mis familia, de repente, me percaté de que estaba sonriendo como una loca, sin ninguna razón, y traté de esconder mi sonrisa, pero de repente la niña, que estaba en nuestra mesa comenzó a reír a carcajadas. Traté de esconder mi sonrisa, y tomé mi tenedor, recé como siempre antes de probar bocado, "Come conmigo", y comencé a comer, todos los adultos hablaban, política, eso me quitaba el apetito, sin embargo, terminé sonriendo como antes.
Al terminar, estaba llena, no podía comer nada más. Mi padre pidió plato principal, con extras, luego postre, y de verdad, ya no quiero Almorzar.
Son aproximadamente las once de la mañana. Han hablado mucho, terminé entendiendo que se quedarán en la casa como invitados por tres días.
-¡A trabajar!-Dijo mi "padre" poniéndose de pié.
Y como automáticamente, por ese gesto, todos, a excepción de la bebé -que habían dicho se llamaba Mariela- y yo, se pusieron de pié. Sin más nada que hacer, torpemente, me paré, unos segundos después. La nena, se reía cada vez que me miraba, e inevitablemente, yo sonreía.

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