La vida en el palacio [Cap. 3]

Gracias a todas y todos los que han leído la historia. A PROPÓSITO, por quien me preguntó, no estoy hablando del presidente de mi país, no tengo ningún presidente en mente para esta história estoy pensando en darle un nombre inventado, uno que jamás haya existido.

Preparación

Ya me había acostumbrado, estaba rodeada de periodistas, desde que en la conferencia de prensa del día de ayer, mi "papá", dijo que me adoptaría. Yo lo sabía, era simplemente política, a él, siendo el presidente de la república no le hacía mal decir que era un alma piadosa. Cuando me lo comentaron por primera vez, la decisión ya estaba tomada, él ya lo había dicho públicamente, en Internet, periódico, donde se hablara de Política, o el terremoto de mi país, hablaban sobre la adopción de una pobre niña.
Hoy, estoy en el orfanato, pensando en lo que me espera, en mi nuevo estilo de vida, en mi antigua familia, en mi papá, en mi mamá, en mi hermano, en mis amigos, en todos mis conocidos. Mi tristeza no disminuye. -Por fin, he logrado dormirme-.

Nuevo día, -Día quince desde el día del terremoto- Me despertaron, encendiendo la luz, -cosa que nunca me ha gustado- la luz me cegaba, pero en cuanto mis pupilas se adaptaron a aquella luminosidad, me percaté de dos personas que estaban en la puerta, -acto seguido-, la cerraron, y se acercaron a mi cama, entendí que eran dos hermosas mujeres, ambas eran altas, de piel blanca, una más que otra.
La más blanca, cabello castaño oscuro, le llegaba hasta el final de la espalda. Su cabello comenzaba lizo pero terminaba con unos bucles, tenía un flequillo de medio lado; llevaba un vestido corto, de color blanco y unos zapatos altos, brillantes, un estilo completamente elegante, al igual que la otra, una más pequeña, de piel un poco menos blanca, cabello corto hasta la barbilla color negro, con flequillo hasta las pestañas, eso hacía que al pestañear su flequillo tuviera movimiento. Vestía una camisa sin mangas, color negra, y unos pantalones color ostra, y unas sandalias altas, color negras.
-Hola preciosa, Soy Melanie- Dijo con voz amable la más alta.
Traté de hablar pero mi voz no salió.
-Buen día nena, soy Daniela- Dijo con la voz aún más dulce la más pequeña.
-Hola- fue lo que único que salió de mi boca, y fue apenas un susurro.
-Nosotras somos tus asesoras de imagen- Dijo con una sonrisa realmente cálida Daniela.
Ya entendía, ahora soy la hija del presidente, ahora no tan solo tengo una asesora de imagen si no dos.
-Espero seamos buenas amigas- me dijo Melanie
Esta vez, no pensé más en lo que me inundaba el pensamiento, mis padres así, que sonreí, como si nada pasara, como si no me acordara de nada.
-¡Vamos! termina de despertar -Dijo con una orden dulce.
Me tapé la cara con la sábana en señal de pereza y no de acatar normas. Aún así, me sacaron dulcemente y me hicieron entrar a la ducha, y la abrieron. Caía sobre mí agua fría, y salté para evitar una gota más.
-Anda, debes ducharte- dijo Daniela
-Tiffany debes estar preparada para ir a tu nuevo hogar-Comentó Melanie, no me extrañaba que se supiera mi nombre.
Solo hice una mueca con la boca y me dí la espalda para ducharme.
Pensando en todo lo que me esperaba, en que lo que menos me agradaba estaba incluida en mi vida obligatoriamente, a partir del día de ayer; pensando que yo a mi verdadero padre, a mi mejor amigo le había dicho que jamás me acercaría a la política, y ahora yo era el centro de ella.
Terminé de bañarme no quería pensar más en esta promesa, ni en mi padre, no quería vivir lo que estaba viviendo, sin darme cuenta, tenía varias lágrimas en mis mejillas, y me las sequé rápidamente, lo menos que quería era llorar en ese momento. Siempre fui muy fuerte, ¿porque ahora debía cambiar y ser débil?. Saqué la camisa manga largas que había en el bolso que me entregaron las asesoras y la acomodé en la cama, estirándola para verla mejor, era color blanca, cuello en V, luego saqué la falda, corta, de esas globo, era muy bonita, de una marca muy reconocida, ya había tenido ropa de esa marca, me alegraba que no fuera algo nuevo. Y luego, encontré la ropa interior, lo que buscaba no lo encontré, no tenía sandalias, no tenía zapatos, ni zapatillas, ¿Qué me pondría en los pies? No pensé mucho en ello, y me vestí rápidamente.

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